FANTASÍA Y TERCER MUNDO
4 ideas malignas de las historias de fantasía que son inaceptables… salvo en países tercermundistas.
El género de la fantasía suele tratarse completamente del escapismo; de ponerle un poco de “magia” a nuestras vidas, de creer en lo imposible aunque sea por un momento, para despreocuparnos un ratito de que tenemos hasta el próximo martes antes de las 3 de la tarde para empezar a invocar a Cthulhu para que devore al mundo… o para lo que sea a lo que ustedes se dediquen para vivir. Sin embargo, bajo el regocijante asombro que nos causan los poderosos hechiceros, las heroicas batallas con espadas, los objetos encantados y las fuerzas sobrenaturales, el género de la fantasía promueve algunas ideas bastante retrógradas que regularmente pasamos completamente por alto, pues en la vida real serían increíblemente ridículas… salvo que vivas en alguna comunidad ultra-conservadora o en algún país del tercer mundo… o ambas.
#4 - La tecnología es la raíz del mal.
A ver, vamos a hacer un experimento mental rápido: en menos de 10 segundos, intenten recordar una historia de fantasía en la que los tipos buenos ganen mediante la invención de una nueva tecnología. En lugar de, no sé, teniendo que encontrar alguna reliquia sobrenatural y súper antigua, o aceptando el liderazgo de algún personaje erigido como por arte de magia como “El Elegido”. Es más, intenten por lo menos recordar alguna historia en donde obtengan la victoria inventando algún tipo nuevo de magia o cocinando alguna poción completamente original, o algo así. Difícil, ¿no? ¿En dónde están los Steve Jobs, los Tony Starks o los Maestros Constructores de Lego del mundo de la fantasía, carajo?
Y esto aplica incluso en franquicias o serias fantásticas con elementos de ciencia-ficción. Como en Star Wars, un universo lleno de magia y espadas en el que también abundan las naves espaciales chidas, y los trajes espaciales chidos, y las armas espaciales chidas… pero en el cual te quieren hacer creer que el misticismo a la antigüita sigue siendo lo más chido de todo. La Orden de los Caballeros Jedi es tratada como una cultura perdida de antaño, con control sobre una poderosa forma de magia que ningún tipo de tecnología puede siquiera intentar replicar. La primera vez que se menciona a la “Fuerza”, un no-creyente se burla de ella e inmediatamente es estrangulado usando la misma, probando su error de forma humillante y casi letal. En la misma película, con casi ningún entrenamiento, a Luke Skywalker lo convencen de abandonar su moderna computadora de tiro, que iba a utilizar para destruir la Estrella de la Muerte, en favor de simplemente disparar muy a la viva-México, confiando en que ésta Fuerza mística lo guíe.
Aclaremos algo. Éste es un tipo que está sentado dentro de un artilugio tecnológico que no sólo le permite volar en el espacio, también le permite respirar fuera de una atmósfera segura, controlar el poder de la luz misma en forma de armas láser, y viajar a planetas distantes como quien va al Oxxo por las chelas… ¿pero confía más en la voz de un viejito fantasma para apuntar su disparo? Carajo, con ése nivel de tecnología, deberían de tener computadoras de tiro capaces de atinarle a Agustín Carstens a unas dos o tres galaxias de distancia. La computadora debería de ser tan avanzada, que cuando Luke intentó desactivarla, debería de haberse burlado de él con la ayuda de R2-D2. Pero no, en su lugar, el villano de la historia es un tipo que es “más máquina que hombre” y que está al mando del imperio tecnológicamente avanzado, y al final la galaxia no es salvada mediante la fuerza de las armas, la estrategia, ni la habilidad marcial, sino con trucos de magia.
Pero Star Wars no hacía más que seguir una pauta más bien vieja en éstas historias de espadas y hechicería. La saga de El Señor de los Anillos es particularmente ferviente en su agenda anti-industrialista, constantemente equiparando la naturaleza, los bosques y, sobre todo, las comunidades rurales y tradicionalistas, con las fuerzas del bien por excelencia, mientras que son los tipos malos los que construyen aquellas ruidosas líneas de ensamblaje, o aprovechan ciencias como la química para conseguir avances tecnológicos como la pólvora, lo cual es visto como una injusta jugarreta. Las ciudades con mayor densidad poblacional están todas siendo lentamente corrompidas desde adentro, mientras que las áreas rurales se mantienen intactas, hasta que llegan los malignos trayendo la tecnología consigo. Ni siquiera es una crítica al capitalismo o a la brutal conquista militar. Es una crítica a la “molesta y sucia industria”.
En un ejemplo más reciente, en Bichos (A Bug’s Life, Disney/Pixar, 1998), en tremendo contraste con el mensaje "principal" sobre la unidad del pueblo en defensa de su soberanía como comunidad/nación, tenemos el contradictorio mensaje semi-escondido en la historia de Flick, el protagonista, que se puede resumir como "la tecnología y la innovación son peligrosas en manos de los trabajadores, y sólo son beneficiales en manos del Estado/monarquía/patrón". Eso, además del no tan escondido pero igual de contradictorio mensaje de "está culero que vengan unos grillos malos de afuera a explotarte y a saquear tus recursos naturales, pero está chido que tu propia monarquía te siga explotando y saqueando tus recursos naturales como si nada, siempre y cuando te dejen bailar un rato y aventar unos cohetes" (más sobre éste punto después).
Y cuando llegó la hora de representar la encantadora cultura del mundo mágico en Harry Potter, J.K. Rowling, la autora, decidió mantenerlos como atorados en el siglo 19: todos escriben con plumas de ave y tintero, viajan sólo en barcos, locomotoras y carruajes, y todos se comunican lentísimamente mediante lechuzas y papelitos voladores y madres así (aunque en teoría podrían usar la telepatía, aunque tal vez simplemente son idiotas), en lugar de llamar o mandar mensajes por teléfono, porque la mucho más avanzada pero quién-sabe-por-qué “peor y mundana tecnología muggle” sencillamente no funciona allí, por no decir que los alumnos de Hogwarts nunca aprenden nada que les pueda ser útil en el mundo “normal”.
“¿Y eso qué tiene que ver con el tercer mundo, alias “mi rancho”?
Pues fácil: a pesar de que la tecnología está cada vez más al alcance de las masas (aunque esto se debe más al rápido ritmo con el que se da la innovación tecnológica que a la buena voluntad de quienes comercian con la tecnología en sí), hay muchos lugares donde las creencias religiosas y retrógradas aún tienen mucho peso en la sociedad, creencias que regularmente miran con temor y recelo a la innovación y el avance tecnológico. La "culpa religiosa" que esto produce hace que, pese a su fácil acceso, la tecnología aún sea percibida por la población, en vez de como un derecho básico, como un lujo o una señal de "estatus", lo que perpetúa el papel de la tecnología como elemento de alienación y de explotación que le han dado los poderes del Capital. Y, hablando de religión y demás pensamientos retrógradas, tenemos el siguiente mensaje fantástico:
#3 - El pasado era mejor.
Si alguien quiere venderte alguna mierda, como un remedio hecho con hierbas e inciensos o algún mensaje de auto-ayuda, lo más probable es que lo hagan diciéndote que es “antiguo”, “ancestral”, “tradicional”, “de nuestros antepasados” o alguna babosada por el estilo. “Tú sabes, de aquellos días en que la gente era más sabia y estaba más en contacto con la naturaleza, antes de que la tonta tecnología moderna llegara y arruinara todo permitiéndonos sobrevivir una infección o llegar al espacio.”
Y no es que el género de la fantasía haya inventado esa idea de que “las cosas antiguas son mágicas”, pero es difícil encontrar un universo en el género donde ésta idea no aplique. Tomemos como ejemplo el viejo cliché de “la antigua profecía”, como sale en… bueno, como en la mitad de todas las películas. “Éste es tu destino.” “¿Por qué?” “Porque alguien muy viejo lo dijo hace mucho tiempo, y porque rima, y por lo tanto tienen razón y tú te callas.” Aquellas supuestas antiguas palabras, a partir de ése momento, controlan todas las decisiones tomadas por los líderes, serán temidas por los villanos, y si el héroe intenta desviarse de su “destino”, al final descubrirán que sólo estaban estirando la duración de la película o el número de páginas del libro.
Y si tienes alguna reliquia antigua, ésa cosa es prácticamente el equivalente de una bomba nuclear. Incluso Juego de Tronos (o Canción de Hielo y Fuego, de George R.R. Martin), una franquicia creada con la finalidad de subvertir un montón de clichés del género, sigue haciendo éste tipo de cosas. La civilización perdida de Valyria hacía espadas que son mucho más chingonas que las que se hacen ahora, porque obviamente ellos tenían un conocimiento antiguo y superior. Cuando alguien revive una nueva espada de acero valyriano, se tienen que asegurar de que fue forjada con el metal de una de ésas espadas antiguas, o de lo contrario es chafa. Es como si la gente en el mundo real solo comprara carros hechos con piezas rotas de carros más viejos.
Y por supuesto, El Señor de los Anillos también cumple éste cliché. Una espada forjada con pedazos de otra espada súper antigua resulta ser mágica y súper poderosa, capaz hasta de matar fantasmas… que ya están muertos… claro. La espada que Bilbo le da a Frodo, “Aguijon” y la armadura “Mithril”, obviamente también son artefactos antiguos, hechos por los todavía más antiguos elfos que, casualmente, son la civilización más antigua de la Tierra Media y, por lo tanto, los más chingones en todo. Oh, pero, también casualmente, la súper chida civilización de los elfos está en decadencia debido a los avances tecnológicos de otras civilizaciones menos chidas y más feas, como los humanos y los orcos. Porque así es como funciona la civilización, ¿no? Antes todo era perfecto y hermoso, pero con el tiempo lo fuimos arruinando con nuestra modernidad, nuestros procesos de sanidad, nuestra ciencia, y nuestra alfabetización.
Y una vez más, esto se pone todavía más raro con Star Wars. Obi-Wan le describe el light-saber a Luke como “…no tan torpe ni estorbosa como una pistola. Un arma elegante, para una época más civilizada.” Pero luego (¿o antes…?), en las precuelas, vemos que el joven Obi-Wan derrota al General Grievous con, por supuesto, una pistola láser y, después, la bota por ahí diciendo “Qué incivilizado…” ¿Por qué? Ése es el claro ejemplo de una nueva tecnología ayudándole al tipo bueno a derrotar al tipo malo, algo que no puedo lograr con su tecnología antigua. Pero claro, como es antigua, es mejor, ¿no? Mamadas…
“¿Y eso qué tiene que ver con el tercer mundo, alias “mi rancho”?
La casi perpetua idea que tus abuelos te clavaron agresivamente en la cabeza de que "en mis tiempos todo era mejor" puede parecer pura melancolía. Sin embargo, cuando esta idea se arraiga generación tras generación, puede convertirse en un franco miedo al progreso, que estanca al pueblo en un estado perpetuo de mediocridad material e intelectual. Así que la próxima vez que tu abuelita te salga con que "sus tiempos" eran mejores, recuérdale que en "sus tiempos" la gente se moría hasta de un resfriado y creían que la bombilla eléctrica era brujería. A ver después con qué te sale.
#2 - La gente exitosa y/o inteligente es malvada.
Es entendible que la mayoría de las historias de fantasía sean historias de superación. No es muy entretenido ver a un héroe que siempre se las sabe de todas, todas, que es mejor que todos en todo y que nada le cuesta trabajo. Es por esto que los héroes regularmente son representados en algún tipo de desventaja crucial comparados con los villanos, algo que simplemente está más allá de sus capacidades y cuya superación representa un avance crucial, incluso definitivo. Sin embargo, hay una tendencia alarmantemente común, incluso en historias “realistas”, fuera del género de la fantasía, de representar al antagonista, principal o secundario, como alguien que es mejor que el héroe en alguna o varias áreas, incluso cuando sus ventajas son fruto de un esfuerzo honesto y genuino.
El villano tendrá poderes más chidos, armas más eficaces y estrategias mejor desarrolladas. Claro, los buenos siempre ganan al final, pero suele ser porque explotan alguna falla momentánea, ridícula e inexplicable por parte del antagonista. Por otro lado, esto también puede dar a entender que, para lograr el éxito, hay que ser “malo”. Los malos regularmente tienen muchos más recursos a su disposición, así como métodos más “inhumanos” o “inmorales”. Siguiendo con el ejemplo de Star Wars, el Imperio parece, desde el primer momento, una fuerza estúpidamente mayor que la débil Alianza Rebelde, un poder que parecen obtener de la simple maldad de sus corazones, pues nunca se nos explican a detalle las circunstancias políticas y económicas que le permiten al Emperador y compañía construir una luna ambulante destruye-planetas.
También tenemos, claro, la cuestión de la moral, regularmente representada por los métodos casi siempre letales de los villanos, comparados con el pacifismo testarudo e impráctico de los héroes. En específico, el clásico cliché del héroe que se rehúsa a matar al villano, sin tomar en cuenta ni las vidas que sacrificó, directa o indirectamente, para poder enfrentar al villano en primer lugar, ni las vidas que pone en riesgo al dejarle con vida, solamente para que después alguien más tenga que matarlo de todas formas. Así, Luke Skywalker se niega a matar al Emperador, porque es inmoral y va en contra del código Jedi, solo para que al final Vader termine encargándose del trabajo sucio, arrojando a Palpatine al pozo sin fondo que al parecer es un requisito de diseño en todas las estructuras de Star Wars.
En Harry Potter, el pacifismo de los magos buenos termina casi costándoles la absoluta derrota frente a Voldemort, hasta que, como ya podrán adivinar, uno de ellos se hace con un antiguo artefacto de inmenso poder. En El Hobbit, el hecho de que Bilbo se negara a matar a Gollum desencadenó en una inmensa ola de calamidades y desgracias que hundió a la Tierra Media en una guerra en la que murieron cientos de miles de personas, simplemente porque no se reconoce en ningún momento la diferencia entre lo conveniente y lo correcto. Dado que lo correcto regularmente va en contra del código moral de los héroes, la gente que hace lo correcto, sin importar cuánto bien causen, suelen ser representados como seres despreciables, simplemente porque sus ideales no son tan políticamente correctos como los ideales de los héroes.
“¿Y eso qué tiene que ver con el tercer mundo, alias “mi rancho”?
Aunque nadie niega que, en el capitalismo, mucha gente consigue el éxito explotando y pisoteando a otros, esta idea de que la gente que no se conforma con su pedazo de miseria y que se esfuerza para que les vaya bien en la vida es casi siempre malvada, es una forma muy ladina de decir "las buenas personas se quedan pobres, la ignorancia es la felicidad", lo que puede hacer que la gente no quiera superarse para no hacerse "malos", o que crean que la única forma de superarse sea... pues siendo gandallas con los demás. En pocas palabras, la estupidez esa de "el que no tranza, no avanza".
Como cuando a los niños "ñoños" o "nerds" de la escuela los molestan diciéndoles que son unos creídos o que son "lambiscones" con los maestros, o cuando al compañero de la chamba que se esfuerza o que trabaja extra no lo bajan de "lame-huevos" o le preguntan todos los días por sus "rodilleras". Básicamente, si le quieres caer bien a los demás, tienes que estar igual o más jodido que ellos, y eso está bien jodido. Es el mismo tipo de egoísmo que lleva a la gente a sentir desdén por las luchas de otras personas, como las luchas obreras, magisteriales y estudiantiles en México y otros países. Por eso estamos como estamos. Por culeros.
#1 - La clase dominante es la más chida (aunque al principio no parezca).
En el universo de la fantasía, uno de los peores destinos posibles es terminar siendo gobernado por un ojete todo-poderoso. Lo cual tiene sentido, pues también es una de las peores cosas que te pueden pasar en el mundo real. Pero la mejor cosa que te puede pasar en un universo de fantasía es ser gobernado por un héroe todo-poderoso. Alguien que no le responda a nadie, y que no puede ser removido del poder por medio legales (aunque en teoría digan que sí puede)… lo cual, al parecer, está chido, porque el tipo es a todo dar, justo, juicioso, bendecido por el altísimo y nunca recibió un chanclazo de su madre. Claro, la parte de “todo-poderoso” nunca te la dicen francamente, pero lo dejan más que en claro. En El Rey León (The Lion King, Disney, 1994), Scar logra convertir el reino en un yermo desolado en unos cuantos años, pero el legítimo rey regresa y lo arregla todo de un solo rugido.
Neta, en cuanto Simba regresa, la tierra que hace unos momentos era gris regresa a la vida, todo porque el legítimo rey regresó al poder. Por supuesto, ninguno de los animales que habitan en su reino necesita que le repitan la lección: si el rey legítimo se va, todos se mueren de hambre. Lo cual también se puede extender a si el rey es rivalizado, o incluso cuestionado, todos valen madres.
Y la palabra clave aquí es “legítimo”. Si el villano de la historia es un rey desde el inicio, o se convierte en uno al principio, regularmente resulta ser un usurpador, sin ningún derecho real al trono, o alguien que simplemente asesinó gente hasta que le llegó su turno en la línea de sucesión, como Scar. Pondría un ejemplo de Juego de Tronos aquí, pero la cuestión de quién es rey y quién no en ésos libros es demasiado complicada para un solo artículo, así que mejor no nos metemos en broncas. Siguiendo con Disney, si la reina es la mala, regularmente es la madrastra o la madre “adoptiva” de la princesa buena. En Star Wars, el Emperador Palpatine llega al poder estafando, manipulando y asesinando más o menos a media galaxia.
Y por supuesto, tenemos el ejemplo de El Señor de los Anillos. La Comunidad tiene que lidiar con dos líderes diferentes que han sido corrompidos por las fuerzas del mal: un rey, Theoden, y un protector del trono, Denethor que “protege” el trono desde lejos en una sillita. El rey desciende de un linaje mágico y ancestral, el protector desciende del pueblo. Ambos pierden a un hijo, ambos son controlados por la maldad de Sauron, y ambos tienen motivos para mejor rendirse. Sin embargo, Theoden es capaz de sacudirse el yugo del mal y tiene éxito liderando a su pueblo a la salvación. ¿Por qué? Pues porque es su rey y… y ya. Denethor, por otra parte, se vuelve muy, muy loco, intenta asesinar al hijo que le queda, se prende fuego a sí mismo y se avienta de un precipicio mientras su ciudad sigue sitiada.
Y claro, toda la saga termina en El Retorno del Rey, una historia cuya trama (por si no la han visto) se centra en un rey que retorna. Y, a partir de ése momento, todo está bien, para siempre. Y algunos podrán decir que éste tipo de historias descienden de viejos cuentos escritos cuando la monarquía era la forma de gobierno más de moda (incluyendo a El Rey León, que es como un versión de safari de Hamlet), pero, ¿por qué siguen siendo tan populares con la audiencia, aún después de que, como saben, un montón de gente real peleó y murió derrocando ése sistema de gobierno y similares? ¿Por qué la gente no “agarra la onda”?
“¿Y eso qué tiene que ver con el tercer mundo, alias “mi rancho”?
Aquí es donde radica la falacia de la democracia: en que una sola persona (o un puñado de personas), con un montón de poder y con poca responsabilidad, por el simple hecho de ser "elegido" por el pueblo, automáticamente se va a preocupar por procurar el bien de éste mismo pueblo, en lugar de perpetuar su posición de privilegio "legítimamente" otorgada por el mismo premio. Al final, los esfuerzos y las justas luchas del pueblo no son nada al lado de la "sagrada" palabra de éste líder.
Y no es que yo odie o que no me gusten las historias de fantasía. Digo, si me tomo el tiempo necesario para analizarlas a fondo y escribir un artículo sobre ellas, es porque disfruto bastante viéndolas o leyéndolas, comentándolas y digiriéndolas. Pero es importante ser crítico de cualquier forma de expresión cultural a la que nos hallemos expuestos, para que tengamos cuidado de no tragarnos cualquier mierda que los medios oficialistas nos quieran hundir por la garganta. Además si te gusta la obra artística de alguien, lo menos que ésa persona merece es que te tomes el tiempo para apreciar a fondo su creatividad y su esfuerzo. Digo… de menos, ¿no?
Por otro lado, si nosotros seguimos creyendo en el circo de la "democracia" burguesa, si seguimos legitimando su juego, el progreso no va a llegar nunca. Si seguimos creyendo en ésta gente que nos quiere apantallar con discursos de héroe de fantasía, más bien vamos a terminar en una versión tercermundista de Mordor, solo que en vez de elefantes enormes de 4 colmillos y una torre negra bien chida con un ojo gigante de fuego hasta arriba, nosotros nomás vamos a tener... microbuses de hace 10 años y una Suavicrema bien fea en Chapultepec. Ustedes dirán...