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EL INVIERNO SE ACERCA



En el número anterior ya se mencionó un poco de la crisis por la cual pasan los diversos gobiernos de “izquierda” en América Latina, no obstante es pertinente analizar un poco más en detalle las particularidades de Brasil y Venezuela.


En primer lugar tenemos a Brasil, país famoso por sus mujeres, su futbol, sus mujeres, sus playas, sus mujeres, el kapoeira, sus mujeres y sus carnavales donde bailan sus mujeres. En dicho país el pasado 12 de Mayo la Cámara de Senadores de la nación sudamericana aprobó el denominado “impeachment” en contra de la presidenta Dilma Rousseff; esto significa que la representante del poder ejecutivo (o sea Dilma) fue retirada del cargo para que en un plazo no mayor a 180 días sea juzgada por lo que en Brasil se le ha dado el nombre de “pedaladas fiscales” esto es: es el presunto maquillaje usado por el Tesoro Nacional (y por supuesto encargo de Dilma) para retardar el traspaso de dinero a bancos públicos y privados y a grandes administraciones y mejorar de forma engañosa las cuentas del gobierno federal. Esto se supone que en Brasil es un acto ilegal y es el argumento en el cual se basa el juicio en contra de Dilma, no obstante dicho argumento parece más un pretexto que otra cosa. Lo más probable es que Dilma no sea ni de lejos la primera en hacer tales cosas en Brasil, si es que las acusaciones resultan ciertas.


Como ya mencionamos anteriormente, el gobierno de Dilma es la continuación natural del proyecto político de Luis Ignacio Lula Da Silva, que desde 2003 lleva las riendas de Brasil. Dicho proyecto nace del descontento popular contra los anteriores gobiernos de tinte neoliberal manejados en lo local por fuertes oligarquías ligadas a los intereses de King’s Landing (EUA). Lula Da Silva y Dilma pertenecen al Partido de los Trabajadores (PT), un partido de izquierda nacido de las entrañas de la clase obrera brasileña, no obstante sus respectivos gobiernos están muy lejos de ser de izquierda, son en el mejor de los casos gobiernos de centro izquierda, que han pactado con otras fuerzas políticas integrando en sus gabinetes inclusive a personas ultraconservadoras y de derecha como el ex vicepresidente Michel Temer del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), el cual es actualmente el presidente interino.


Los gobiernos de Lula y Dilma representaron un quiebre en la hegemonía de las oligarquías locales y un distanciamiento con respecto a EUA (no un gran distanciamiento pero un distanciamiento al fin), lograron implementar una serie de políticas públicas favorables a los grupos más vulnerables de la sociedad, pero ni por error lograron terminar con ciertas prácticas viciosas propias de todos los gobiernos. La corrupción fue la práctica que a la postre les paso la cuenta más cara. La Operación Lava Jato llevada a cabo por la policía federal de Brasil en 2014, destapó algo que ya era conocido por toda la sociedad Brasileña: la gran telaraña de corrupción tejida al interior de la empresa Petrobras y en la cual estaban involucrados políticos de todas las corrientes políticas y tendencia ideológicas. Aquella situación agravó la crisis política al interior del país y se sumó a la incipiente crisis económica generada por el descenso del comercio con China (uno de los principales socios comerciales de Brasil), esto incrementó las protestas sociales en contra del gobierno de Dilma en donde participaron tanto los opositores de derecha como grupos anarquistas.


Dentro de este contexto parecería que el juicio en contra de Dilma es justo y necesario (y puede que lo sea), pero en realidad el impeachment es una jugarreta para que la vieja oligarquía retome el poder, nada tiene que ver en verdad con la búsqueda de justicia o con un acto de verdadera democracia, y prueba de ello es la forma en la cual se llegó a dicha situación. El impeachment fue presentado al congreso brasileño a principios de año por una serie de políticos (ex aliados de Dilma), encabezados por Eduardo Cunha quién hoy está siendo procesado por corrupción masiva (neta, así se llama el delito, como una bomba nuclear de corrupción). Además de él otros diputados y senadores han sido señalados también por actos de corrupción más graves que los imputados a Dilma, en ese sentido el impeachment parece ser (y así ha sido denunciado por los grupos afines al gobierno de Rousseff, no sin pocas pruebas) un acto planeado para impedir que ciertos políticos sean debidamente juzgados.


El proceso en contra de la presidente brasileña ha sido catalogado así mismo como un “coup suave” pues cumple las funciones de un golpe de Estado, pero sin el desprestigio que genera la toma del poder por parte de los militares (estado de excepción, represión en las calles, asesinatos en masa; algo así como la cotidianeidad de Tamaulipas pero al ritmo de Zamba). Esta situación se verifica en el actual gabinete nombrado por el presidente (provisional) Michel Temer, en el cual pululan los hombres blancos (en contra posición a los gabinetes de los gobiernos de Lula Y Dilma que eran más bien campechaneados), ligados directamente a los intereses oligárquicos y norteamericanos. Tristemente en el país sudamericano una presidenta (cuyo mandato es cuestionable y criticable) elegida por el 42% de la población, es llamada a juicio por una minoría de políticos que no tiene la calidad moral para hacerlo, y en menos de un semestre el oficialismo ha pasado a convertirse en la oposición y la oposición en oficialismo sin que haya de por medio una elección o mejor dicho una votación popular.


El caso Venezolano es más complejo y un poco más patético, si cabe: al igual que en Brasil, el gobierno de Hugo Chávez nació de la necesidad de generar un proyecto alternativo al de las oligarquías locales y los intereses norteamericanos, que en el caso particular de Venezuela está determinado por la cantidad obscena e insustentable de petróleo, pero en este país la situación social demandaba un proyecto más profundo y radical, debido a ello Chávez optó por refundar al país a través de una constitución y bautizar a su proceso de transformación como “Revolución Bolivariana” que tiene poco de revolución pero mucho de discurso bolivariano.


La oligarquía Venezolana que históricamente es muy elitista y profundamente racista (al grado que algunas de estas familias no solo eran de piel blanca sino que además tenían como lengua materna el inglés) se sintió profundamente agredida por el proyecto bolivariano y en especial por su líder, de modo que desde los primeros años de gestión chavista éste fue tachado de dictador, demagogo, represor, etc., y su proyecto fue boicoteado y agredido llegando a un punto álgido en el año de 2002, cuando la oligarquía venezolana apoyada por los grandes medios de comunicación y por EUA, intentando aplicar su propia versión de la “Boda Roja”, dieron un golpe de estado en contra del gobierno de Hugo Chávez quien fuera electo democráticamente, sin embargo el pueblo de Venezuela salió masivamente a defender a Chávez restituyéndolo en el poder, lo cual empoderó fuertemente al gobierno bolivariano y dejó en el completo descrédito a la oposición, pero sin lograr desaparecerla. Desde entonces dicha oposición se ha ido transformando, combinando diversas formas de desestabilización que pasan por el desabasto, el linchamiento mediático y el terrorismo urbano disfrazado de movilización social.


Como ya también se mencionó en el pasado artículo, Chávez logró crear un Estado asistencialista (que combinó el crecimiento económico con la reducción de la desigualdad social), pero no un Estado Revolucionario: su proyecto se basó en el gasto público abocado al apoyo de los más pobres pero sin lograr crear un proyecto verdaderamente sustentable y autosuficiente capaz de terminar con la pobreza, todo tuvo como eje la redistribución de la renta petrolera (antes acaparada por los oligarcas), lo cual dio grandes resultados mientras los precios del petróleo a nivel internacional (recordemos que su principal comprador es EUA) se mantuvieron altos, pero con la caída de estos precios y el impulso (tímido e insuficiente) de tecnologías “limpias” para generar energía, la economía venezolana se fue cayendo a partir 2010, pero fue en 2014 cuando se desplomó llegando a la situación actual. Es decir, en Venezuela se les dio pescado a los más pobres pero no se les enseñó a pescar, pero además se sobreexplotó el lago de donde se sacaban los peces y ahora no hay ni peces, ni lago, nomás puros pobres.


A la muerte de Hugo Chávez en 2013 le sucedió en el trono Nicolás Maduro, un personaje proveniente de la clase trabajadora y allegado cercano del ex mandatario. Maduro, sin embargo, no posee el carisma de Chávez, por ello se abocó desde un primer momento a alabar y ensalzar a Chávez a extremos casi religiosos, como forma de legitimar su gobierno, pero el gran problema de Maduro no fue ese, sino que él tuvo que comenzar su gobierno lidiando con la terrible crisis económica ya antes mencionada. La oposición no tardó en aprovechar esta debilidad del gobierno Venezolano y lanzó a las calles a sus bases y a sus militantes a manifestaciones que en la mayoría de los casos resultaron en enfrentamientos violentos y en donde se corroboró que los cuadros políticos de dicha oposición tenían entrenamiento especializado para enfrentarse a la policía. Sin embargo, la “revuelta de los ricos” como se le conoció no logró derrocar a Maduro, pero si sentó las bases de disturbios y caos social que hoy en día vemos en el país bolivariano. Como cuando Daenerys Targaryen liberó a los esclavos pero no eliminó a los esclavistas, que ahora se la pasan haciendo disturbios, solo que Maduro no tiene a tres dragones de su lado.


También es a raíz de estos disturbios que muchos opositores fueron detenidos y encarcelados por su supuesta o (en la mayoría de los casos) comprobada acción en contra de la paz pública, sumando hasta el momento 100 presos políticos (en México hay por cierto más de 300, pero no gozan de la misma difusión mediática, es decir nadie les hace caso). Dichos actos de violencia fueron aplaudidos por los grandes medios de comunicación internacional como actos patriotas y por la conquista de la libertad en contra de la dictadura de Maduro. Vale la pena remarcar en este punto el papel hipócrita de los medios de comunicación que alientan este tipo de actos en países como Venezuela, pero que condenan las mismas acciones en países como México, España y Francia, en donde hacen llamados abiertos a la represión.


Después de la fallida insurrección de los ricos, donde por cierto murieron muchos pobres como producto de los enfrentamientos callejeros, no solo entre policías y manifestantes sino también entre chavistas y opositores, la oposición optó por ahondar en la política de desestabilización para alentar una salida “legal”, dicha desestabilización consiste, en términos generales, en lo siguiente: alentar o incrementar el desabasto de productos básicos y medicinas; estrechar aún más el cerco mediático en contra del gobierno (cerco al cual se han adherido ingenuamente algunos “medios” “críticos” y “responsables” como El Pulso de la República o Mientras Tanto en México); llamar a la movilización social (pacífica o violenta); desplazar al chavismo de los diversos órganos de gobierno a través del voto y en el caso más extremo favorecer una intervención extranjera (a través por ejemplo de la OEA). La oposición, como se sabe, ha ido ganando algunos puestos de elección popular, pero fue el año pasado cuando logró conquistar la mayoría en la asamblea nacional y desde ahí ha construido su trinchera para buscar el referéndum revocatorio en contra de Maduro. Este referéndum revocatorio está contemplado en la constitución bolivariana, pero cuando los chavistas lo aprobaron no lo hicieron pensando en que algún día se los iban a aplicar a ellos, sino que estaba pensado para desplazar un posible despunte de la oposición.


El referéndum revocatorio está en el centro de la actual crisis venezolana, pero centrar toda nuestra atención (como quiere la oposición de Venezuela) para entender dicha crisis resulta insuficiente. En primer lugar hay que preguntarse ¿por qué la oposición se aferra tanto al referéndum revocatorio y por qué la urgencia de que se lleve a cabo este año? Bueno, la oposición está empeñada en este referéndum por que en primera instancia si se realiza este año y resulta derrotado Nicolás Maduro en las urnas, no solo tendría que dejar el cargo sino que se tendrían que llevar a cabo nuevas elecciones presidenciales. Sin embargo si este referéndum se realizara el próximo año y perdiera Maduro éste sí tendría que dejar el cargo pero el poder lo asumiría el vicepresidente, de modo que de ahí nace la urgencia por que se realice este año dicho referéndum, ¿Pero por qué la oposición esta tan segura de sus triunfo en las urnas en contra del chavismo? Como se mencionó más arriba, la oposición venezolana tuvo en 2015 una victoria (avasallante) en las elecciones federales, esto se debió en gran medida a la situación económica que vive Venezuela, que en términos sencillos puede resumirse en una superinflación (según estima el FMI) de 270%, y el bien conocido desabasto.


Es necesario también remarcar que ni los funcionarios ni los dirigentes de la oposición, que son ambos grupos privilegiados de la sociedad venezolana, sufren por el desabasto; quienes lo sufren son los ciudadanos de a pie, pero quienes lo han provocado son, por un lado el Estado bolivariano que no creó las condiciones para que el país tuviese asegurada las existencias de dichos productos (la mayoría de ellos son productos exportados desde EUA) y por otro lado los grandes oligarcas y ricos venezolanos (miembros de la oposición) que especulan y acaparan las pocas existencias de alimentos y medicinas, para incrementar sus fortunas y de paso causar descontento entre la población que culpa al gobierno Madurista por la escases y termina votando por la oposición. Se sabe, por ejemplo, que en las pasadas elecciones federales, en las regiones donde había fuerte presencia de la oposición pero que no tenía asegurado su victoria en las urnas, días antes de la votación comercios, centrales de abasto, centros comerciales y prácticamente cualquier negocio que vendiera productos de primera necesidad sufrieron el desabasto total, lo cual favoreció el triunfo de la oposición; milagrosamente al otro día de las elecciones aparecieron los productos. Entonces podemos concluir en este punto que ambos bandos tienen parte de culpa pero el que sufre es el pueblo. Ante esta situación de desabasto, guerra económica, cerco mediático, circo político, crisis de seguridad alimentaria y de salud, movilización popular, e invasión intergaláctica, Maduro ha respondido de la forma más democrática posible: decretó un estado de excepción y emergencia económica (léase en tono sarcástico). Mientras tanto su antítesis, la oposición, sigue llamando a la movilización popular (de dientes pa’ fuera) “pacífica”.


En Venezuela, como se puede observar la cosa está que arde, y no parece que en lo inmediato vaya a mejorar, por el contrario ambos bandos parecería que gustan de echar más leña al fuego a ver si así logran quemar a su adversario. Ninguno de los bandos parece desear entablar un dialogo con el otro, a pesar de que ambos hacen llamados a resolver el conflicto de forma pacífica y democrática, la verdad es que cada vez mas Venezuela se acerca a una explosión social que en el peor de los casos puede desembocar en una guerra civil o un golpe de Estado (y no uno suavecito como en Brasil).


Marx tenía razón al decir que la historia tiende a repetirse dos veces, una como tragedia y otra como farsa, pues tanto Brasil como Venezuela están actualmente en la misma situación social que les permitió llegar a los gobiernos de Lula-Dilma y Chávez-Maduro al poder: por un lado el gobierno brasileño ahorcado por los escándalos de corrupción y por otro Venezuela en medio de una crisis social que se expresa de forma violenta en las calles. Sin embargo hace 20 años era la derecha la que salía por la puerta trasera del poder, ahora es esta “izquierda” progresista la que se tambalea y la derecha la que amenaza con reinstalarse. Pero no crean que el conflicto es puramente local, EUA es también otro jugador en esta plataforma internacional, es el gobierno de éste país del norte quien ha estado jugando un papel importante financiando a los congresistas que van a juzgar a Dilma y a los opositores que generan la inestabilidad en Venezuela, no es casual que las mayores crisis de estos gobiernos independientes del poder estadounidense se desarrollen de forma paralela, pues ambos proyectos (el lulista y el chavista) fueron los mayores ejemplos de que en América Latina se puede vivir sin estar subyugado a EUA. Por un lado fue Brasil el gigante económico que se abrió al comercio con Asia, mientras que Venezuela fue el gran enemigo ideológico del imperio del Tío Sam. Ahora que la crisis parece solo tener salida por la derecha, se vislumbra el restablecimiento del poder hegemónico de EUA en el hemisferio occidental. Ahora más que nunca, el invierno se acerca.


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